ALGUNOS EXPERIMENTOS SIN BIOÉTICA.

   Por siglos, el avance tecnológico ha utilizado diversidad de técnicas para intentar demostrar la "supremacía" sobre otros seres vulnerables (animales) o personas señaladas como "inferiores" (por cuestiones raciales/sociales); Aquí se muestran algunos ejemplos aberrantes y despreciables utilizados en nombre de la ciencia.
        Ernesto Russo.

James Marion Sims (1846-1849)

Este médico estadounidense (1813-1883) es considerado por muchos"el padre de la ginecología" debido a la novedad de sus procedimientos quirúrgicos para abordar problemas asociados a la gestación, su diseño de diversos instrumentos que hasta la fecha se mantienen en uso, y por su idea de admitir en los hospitales a mujeres enfermas de cáncer, padecimiento que en su época se creía que era contagioso. Sin embargo, su imagen se ha empañado con serias acusaciones de racismo, sexismo y falta de ética profesional en los experimentos efectuados en búsqueda de conocimientos. Uno de sus grandes méritos fue el tratamiento pionero de las fístulas vesico -vaginales. Entre 1846 y 1849, cuando todavía prevalecia la esclavitud en Estados Unidos, puso a prueba el tratamiento con esclavas que compraba o rentaba. En sus intentos de perfeccionar la técnica de suturar las fístulas con hilo de plata, operó a diez de ellas en numerosas oportunidades, y en algunos casos sin anestesia; según consta en los registros del propio doctor, una de ellas (Anarca) sufrió treinta cirugías. Varios médicos contemporáneos suyos lo instaron a suspender la práctica, pero él aseguró que las propias mujeres le habían suplicado que las ayudara. El éxito posterior de su tratamiento, que ayudó a erradicar las fístulas en el mundo desarrollado, hizo olvidar el sufrimiento de aquellas mujeres. Varias voces se alzaron para revisar el caso de Sims. Entre ellas, se destacó la de Graham J. Barker-Benfield, historiador del Trinity College en Inglaterra, quien afirmó que las mujeres tratadas como conejillos de indias sufrieron "agonías indescriptibles", y que jamás estuvieron en condiciones de rechazar los procedimientos. 

Campos de concentración nazis (1938-1945)

Las pruebas desarrolladas por los médicos nazis en los campos de concentración impresionan debido a su extrema crueldad y por la forma clara en que expresaron su ideología de inferioridad y supremacía racial. Los detalles de las pruebas salieron a relucir durante los juicios de Nüremberg, en los que sobresalieron las figuras de Josef Mengele, quien logró escapar de la justicia, y Eduard Wirths, ambos responsables de lo ocurrido en el campo de concentración de Auschwitz. Los experimentos realizados allí se destacan por su diversificación. Incluyeron pruebas genéticas hechas con gemelos, a los que se intentó coser para formar siameses y cambiarles el color de los ojos. Se practicaron vivisecciones para observar el funcionamiento de los órganos y transplantes extrayendolos de pacientes sanos, sin usar anestesia. Para conocer los mejores métodos para tratar a los aviadores alemanes que eran derribados en zonas frías estudiaban los efectos de la hipotermia: se sometía a los prisioneros a permanecer sumergidos tres horas en agua helada o se les insertaba líquidos a baja temperatura por el recto. En Dachau, los prisioneros fueron inoculado con malaria; en Buchenwald, con el bacilo del tifus y en otros campos también se realizaron infecciones intencionales de fiebre amarilla, viruela y difteria. En varias personas se puso a prueba el uso de sustancias tóxicas, como el gas mostaza, y la efectividad de antibióticos. Los registros médicos registran diversas pruebas de esterilización de hombres y mujeres, como la aplicación mediante engaños, de radiaciones que podían provocarles cáncer. También, los venenos fueron un especial objeto de interés en las nefastas investigaciones de los nazis: se administraban a los prisioneros con los alimentos, y se registraba su reacción y lapso de supervivencia. Hubo estudios sobre el impacto de la altitud elevada en cámaras de baja presión y de los efectos de consumir agua de mar como único líquido, entre muchos otros. El 19 de agosto de 1.947, varios de los médicos capturados por las fuerzas aliadas quedaron sujetos a proceso en el llamado Juicio de los Doctores. Para defenderse, alegaron que no existían leyes internacionales relacionadas con la experimentación médica. 

Experimento Tuskegee (1932-1972)

En 1932, el Servicio Público de Salud de los Estados Unidos, con el apoyo del instituto Tuskegee de la universidad del mismo nombre en Alabama, inició una investigación sobre sífilis no tratada en varones afroamericanos que se extendió por cuatro décadas. Con el objetivo de comparar la salud y longevidad de la población sifilica, se reclutaron 399 hombres infectados, todos ellos campesinos pobres y analfabetos, y 201 sanos para formar un grupo de control. A los enfermos no se les informó que padecían sífilis ni que se trataba de una enfermedad de transmisión sexual. Solo se les dijo que tenían "mala sangre" y que si participaban del estudio, podrían recibir tratamiento médico gratuito. En un comienzo, se sometió a los enfermos a un tratamiento con Arsénico, Bismuto y Mercurio, para determinar si resultaban beneficiosos y compensaban su toxicidad. Luego, los investigadores optaron por no emprender ninguna estrategia terapéutica y simplemente, registrar el desarrollo de los casos. Esto, a pesar de que en la década de 1940 ya se usaba la Penicilina como un remedio eficaz contra la sífilis y la acción, aparte de su crueldad inherente, violaba la legislación. En 1972, el diario The New York Times reveló a la opinión pública los alcances del experimento Tuskegee y estalló el escándalo. La justificación que dieron los investigadores fue que no hacían más que observar el curso natural de la enfermedad. Para esta fecha, un centenar de hombres habían muerto de sífilis, cuarenta esposas habían contraído la enfermedad y diecinueve niños habían nacido con sífilis congénita.

Porton Down (1939-1989)

En 1916, en pleno fragor de la Primera Guerra Mundial, fue inaugurado en Wiltshire, Reino Unido, la Real Estación Experimental de Ingenieros Porton Down; su objetivo era el desarrollo y las pruebas de armas químicas , como el gas mostaza, la clorina y el fosgeno, que las Fuerzas Armadas del Imperio utilizaron en la conflagración. En el periodo de entreguerras se consideró pertinente mantener activo el laboratorio, y en él se crearon algunas armas químicas como Ántrax y toxina botulinica. Durante la Guerra Fría, los esfuerzos se concentraron en igualar la calidad de las armas enemigas y elaborar recursos protectores contra ellas. A la fecha, el amplio complejo de aproximadamente 28 kilómetros cuadrados alberga la Agencia de Protección para la Salud, y es uno de los sitios más secretos, vigilados e inaccesibles del gobierno británico. Sin embargo, poco a poco, se han acumulado evidencias sobre la realización de experimentos ilegales en seres humanos. De acuerdo con testimonios recopilados por medios de información, se obligó a miles de efectivos a contraer gripe para probar medicamentos, y se les inyectó gas nervioso. A algunos, les inocularon los virus causantes de la grave enfermedad de la selva de Kyasanur, que causa encefalitis y resulta mortal. Varios, sin saberlo, recibían fuertes dosis de drogas, como LSD. Algunas personas murieron poco después de las pruebas y muchas presentaron serias consecuencias en el largo plazo. Una de ellas, la sargento Pat Cunningham explica: 
"En 1941, me sometieron, durante seis semanas, a una serie de pruebas con gases y aerosoles que me quemaban, causaban comezón y producían ampollas en la piel. Hoy me estoy muriendo de cáncer en los pulmones. Estoy convencida de que, a causa de esas pruebas, Terry, mí hijo de 49 años de edad, padece cáncer en el sistema linfático." En 1999, Scotland Yard indagó la muerte de 25 personas asociadas a los experimentos, y entrevistó a cerca de 300 supervivientes. Aunque salieron a relucir algunas historias trágicas, la Fiscalía de la Corona Británica determinó que no había elementos suficientes para abrir una causa judicial. 

Lauretta Bender (1940-1953)

En la época de tensiones de la Guerra Fría, la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos trabajaba en diversos proyectos para obtener información relacionada con sus enemigos, principalmente en técnicas de interrogación. Al realizarlas, usaba metrazol, una sustancia experimental creada por el farmacólogo y psiquiatra húngaro Ladislas J. Meduna. Esta droga provocaba agitación intensa, contorsiones, giros descontrolados y marcadas expresiones de dolor en el rostro. Por esa época, la doctora Bender, quien estaba en contacto con los expertos de la CIA y familiarizada con sus métodos, llevaba a cabo en el Hospital Bellevue de Nueva York terapias experimentales con electroshock en pacientes infantiles con diagnóstico de esquizofrenia autista. A partir de 1940, decidió incorporar el metrazol en sus tratamientos, en parte para controlar las respuestas violentas de los pequeños pacientes a la terapia electrocovulsiva, pero también para establecer sus efectos posteriores. La droga se inyectaba en la vena del paciente luego de un ayuno de varias horas y en aproximadamente un minuto, este comenzaba a presentar convulsiones. A continuación, permanecía en una especie de estado de coma, y al despertar, había sufrido un completo lavado de cerebro. A comienzos de la década de 1950, un informe científico indicó que la mayoría de los pacientes tratados por la doctora habían empeorado su condición y, poco después, un artículo periodístico dió a conocer el procedimiento. Finalmente, Bender abandonó esos recursos, aunque continuó con su carrera hasta una edad avanzada. Por otra parte, en las zonas ocupadas de Alemania en la posguerra, la CIA experimentó con morfina, LSD, mescalina, anfetaminas, electrochoques y heroína en prisioneros recluidos en casas de seguridad de Frankfurt con la idea de indagar sus efectos como supuestos "sueros de la verdad". 

Escuela Willowbrook (1955-1970)

Ubicada en el barrio neoyorquino de Staten Island, la Escuela Estatal de Willowbrook comenzó a albergar niños con enfermedades mentales en 1947. Por sus condiciones de hacinamiento y falta de higiene, se produjeron allí varios brotes de hepatitis A. En 1955, el doctor Saul Krugman de la Escuela de Medicina de la Universidad de Nueva York, inició una serie de estudios para indagar los efectos de la gammaglobulina, un agente farmacológico que intensifica la inmunidad de los infectados. Para realizar el estudio, que involucró a más de 700 niños, un grupo de ellos fue infectado con el consentimiento escrito de sus propios padres y la aprobación de las autoridades sanitarias correspondientes. En 1958, en un artículo publicado en New England Journal of Medicine, Krugman aseguraba que los niños infectados recibían cuidados paliativos y medidas de control para evitar riesgos mayores. El resultado del experimento, fue positivo y la proporción de contagios se redujo entre 80-85 por ciento. Los investigadores Walter M. Robinson y Brandon T. Unruh, han señalado varios aspectos que cuestionaban la ética del proyecto. Básicamente, que es inaceptable la infección deliberada de una persona, aunque tenga propósitos de investigación. En este caso, el estudio no benefició a los niños, y representó para ellos un alto riesgo. Otros puntos tratados fueron: que los padres que dieron su autorización fueron objeto de coerción, puesto que se condicionaba su ingreso a la institución solo si daban su permiso, y no estaban conscientes de los riesgos; que la infección de los niños que ingresaban no era inevitable, como argumentaba Krugman, y que los científicos tendrían que haber controlado las condiciones de hacinamiento y suciedad que provocaban la epidemia de hepatitis en lugar de enfocar el remedio clínico. A pesar de todo, la clínica quedó abierta hasta 1987. Krugman, quien descubrió una vacuna contra la hepatitis B, murió en 1995.

Experimento Milgram (1963)

Para tratar de comprender la actitud de los alemanes durante el Holocausto, el profesor Stanley Milgram de la Universidad de Yale, realizó un experimento en el que varias personas comunes hacían preguntas a un sujeto que, en realidad era un actor, aunque ellos lo ignoraban. El conductor del experimento los instaba a oprimir un botón para darle descargas eléctricas en caso de que no diera las respuestas adecuadas. El actor simulaba sufrir con el procedimiento, gemía y gritaba. Sin embargo, los participantes obedecían sin compasión alguna, la instrucción de intensificar las descargas.

                      Galería



James Marion Sims.


Josef Mengele.


Oliver Wenger (Experimento Tuskegee).


Entrada a Porton Down.


Lauretta Bender.


Saul Krugman.


Stanley Milgram.


Referencias

• Rafael Muñoz Saldaña. Revista Muy Interesante. 2013.

• Robinson y Unruh. The Hepatitis Experiments at the Willowbrook State School.

• Milgram, Stanley: Obedience to Authority; An Experimental View. (1974).

• Shipley, W. C., y Kant, F.: The insulin-shock and metrazol treatments of schizophrenia, with emphasis on psychological aspects. (1940).

• Meduna, LJ: Die Konvulsionstherapie der Schizophrenie. Halle, Alemania, Carl Marhold. 1937.

• G. B. Carter: Chemical and Biological Defence at Porton Down 1916–2000 (The Stationery Office, 2000).

• Heller, Jean (Associated Press): «Syphilis victims in the U.S. study went untreated for 40 years», artículo del 26 de julio de 1972 en el diario New York Times.

• Posner, Gerald: Mengele: The complete Story. Nueva York: Rowman & Littlefield Publ. (2000).

• Spettel, Sarah; White, Mark Donald: “The Portrayal of J. Marion Sims Controversial Surgical Legacy”. 2011.

Fotografías: Créditos a quien corresponda.

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